viernes, 3 de abril de 2009

El saber, la vida y la escuela

httpv://www.youtube.com/watch?v=QygldUZhhO8

Interesante película con una poética muy especial, que nos permite reflexionar sobre la tríada SABER, VIDA y ESCUELA en la sociedad actual.
Clarín, 4/3/2009
Del éxito de Slumdog …” al de las escuelas
Los certámenes que cambian la vida existen sólo en las películas. En la realidad, son las aulas que producen los cambios fundamentales.
Por: Claudia RomeroFuente: DIRECTORA DEL AREA DE EDUCACION DE LA UNIVERSIDAD DI TELLA
Jamal Malik, el protagonista de “Slumdog Millionaire”, el film ganador del Oscar a mejor película 2008, es un joven hindú que contesta preguntas en un certamen televisivo. Y lo hace no por saber las repuestas sino por haberlas vivido. Contesta apelando a sus experiencias vitales, recordando sus heridas, volviendo a sentir el dolor y también el amor y extrayendo de allí un saber profundo. Es un joven que aprendió al margen de la escuela, probablemente a pesar de ella, ya que en la única escena escolar se lo ve hacinado con otros niños en un aula marginal, víctima de un maestro que le revolea por la cabeza un ejemplar de Los tres mosqueteros, justo el libro al que se refiere la última pregunta del programa que lo hará millonario.
El saber y la vida son una y la misma cosa, la escuela en cambio aparece distante y recortada. Un día la madre empuja a Jamal y a su hermanito dentro de la escuela en un afán esperanzado pero fallido. La pobreza y la violencia terminan por dejarlos a la intemperie. Hasta que llega ese certamen, mágico, insólito, imposible y lo terrible de la vida cobra algún sentido.
La historia de Jamal, pero sobre todo su rostro, sus ojos tristes, sus manos sucias, su desesperación, su sabiduría, nos recuerdan a tantos niños cercanos. Hace un tiempo aprendí una lección magistral en la puerta de una escuela primaria pública en la Villa La Cava, uno de los barrios marginales más grandes de la Provincia de Buenos Aires, donde yo trabajaba en un proyecto de mejoramiento.
Un niño muy pequeño, seguramente de primer grado, no quería entrar a la escuela. Lloraba y caminaba en sentido opuesto a la entrada. Una mujer joven y envejecida, su madre, fumaba nerviosa y le gritaba que entrara. El nene se resistía, lloraba más, decía que no, que se quería quedar así, con ella, afuera. De pronto, la madre le asestó un tremendo cachetazo que literalmente lo hizo volar y atravesar la puerta de la escuela. Cayó a los pies de una maestra, que en ese momento se asomaba. Ella extendió sus brazos, lo levantó del suelo, lo llamó por su nombre y lo abrazó. El nene cruzó miradas desesperadas con su madre. Él entró a la escuela y ella se fue con la cabeza gacha. Al pasar por mi lado dijo, hablando para sí, “él no va a ser como yo, él va a ir a la escuela”.
Los certámenes que cambian la vida existen en las películas; en la vida existen las escuelas. Las escuelas que en estos días inauguran el ciclo escolar son nuestros caminos reales, vitales, para buscar el sentido.

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